‘El pastoreo destruye hábitats naturales’, dicen desde Greenpeace.
Añaden también que la ganadería genera más efecto invernadero que todos los transportes juntos.
Además, dicen que la carne daña nuestra salud, que genera desigualdad y que acaba con el agua.
Todo eso está fenomenal y se ha hablado suficiente sobre lo simplistas, interesadas y torticeras que pueden ser estas afirmaciones, pero creo ha llegado el momento de mencionar las cualidades positivas de este sector sin tener que argumentarlas como defensa de un ataque.
Y es que, cuando cada año los incendios forestales asolan nuestro país con más virulencia y, coincidiendo además con el verano en el que se están batiendo todos los récords de devastación de los que se tienen registros, es hora de empezar a poner en valor los beneficios de la ganadería para prevenir este tipo de tragedias medioambientales.
Porque sí, creo la ganadería lleva tiempo recibiendo ataques indiscriminados y es el momento de sacar pecho ante una situación que, seguramente, no se habría visto tan agravada de no haber descuidado tan profundamente nuestra ganadería, nuestros pueblos y nuestro entorno rural.
Falta de mantenimiento
Se estima que en nuestro país hay más de dos millones de hectáreas de bosque totalmente abandonadas que no están siendo gestionadas y que, por tanto, suponen un riesgo tremendo ante la aparición de un fuego. Esta desatención supone, por consiguiente, que no existan las labores de prevención adecuadas y que deberían realizarse a lo largo de todo el año, como son la extracción de leña, la limpia de hierbajos o la eliminación de materiales combustibles que pudieran favorecer la propagación del fuego en caso de incendio. Y esto no es más que otra consecuencia de la ya manida España vaciada.
La presencia de rebaños de ganado autóctono en zonas de alta peligrosidad impediría la extensión y reproducción de los incendios y, por lo tanto, favorecería notablemente su extinción en caso de que se desatara cualquier fuego.
Desde hace multitud de años, el ganado ha ayudado a mantener los matorrales controlados ya que, en el caso de las vacas, cada una de ellas es capaz de comer alrededor de 25 kilos de hierba seca y matojos cada día, material que resulta altamente inflamable y peligroso en períodos de sequía y altas temperaturas como los que vivimos estos días.
Las ovejas, por su parte, establecen de forma natural y muy eficaz cortafuegos que son capaces de impedir el avance de las llamas en caso de incendio, además de facilitar notablemente la entrada de los bomberos a las zonas donde se produzcan, que son otro de los grandes problemas a los que se enfrentan continuamente en su lucha contra el fuego, la dificultad en los accesos.
Una situación insostenible
La propia naturaleza nos demuestra cada verano cómo estamos haciendo algo mal en materia de prevención contra incendios y, desde luego, la corriente actual que pretende demonizar la ganadería continuamente, no ayuda en absoluto a luchar contra ellos como se ha hecho desde hace décadas, gracias a los animales y a su labor natural de conservación de los montes.
Todas esas organizaciones que se dedican continuamente a atacar al sector ganadero justificándolo bajo la premisa de luchar contra el cambio climático y por la salud de nuestro planeta, estarán de acuerdo que la devastación de nuestros bosques es bastante perjudicial para nuestro ecosistema puesto que es el pulmón que nos permite sobrevivir. Muchas de ellas hacen campañas para prevenir los incendios, pero pocas se atreven a ir más allá de la demanda de medios materiales para su prevención.
Por todo ello, es momento de alzar la voz sobre la importancia del ‘ganado bombero’ para luchar contra esta lacra que nos azota año tras año y que pone en serio peligro nuestros bosques y nuestros montes.